Las personas con determinados patrones de conducta tienden a replicar en diversas versiones tales comportamientos. Tal vez una de las más frecuentes es la tendencia a realizar la elección de una pareja de un modo determinado.
En el transcurso de las consultas terapéuticas se registra en el discurso del paciente ciertos niveles de consciencia en tales repeticiones; la persona no sabe cómo salir de ese círculo vicioso, generando un rodeo insistente en sus intentos de cambiar a la otra persona.
La clave fundamental se encuentra en lo individual de cada uno y el permiso de revisar la historia de vida, creencias, mandatos y crianza que han dado lugar a tal conducta.
¿POR QUÉ SUCEDE ESO DE BUSCAR INCONSCIENTEMENTE LA REPETICIÓN DE TALES VÍNCULOS?
Estas tendencias a la repetición de la manera de elegir relaciones de pareja tienen un inicio en la crianza que se ha recibido por parte de padres o formadores, con ciertas características que en la vida adulta deberían ser revisadas para poder, así, cortar tal repetición.
Los patrones de conducta tienen su origen en la infancia, espacio donde se construye la estructura psíquica y, desde ahí, a la forma de percibir el mundo. Todo aprendizaje se genera por observación y repetición, copiando del entorno con el que crecemos. Tal aprendizaje se incorpora por acción o por la comunicación con los referentes que se tienen en aquellos primeros años, tarea que por lo general es realizada por los padres y madres.
Así, si tales referentes se manifiestan ante determinadas situaciones o vínculos con enojos, peleas, lenguaje inapropiado... ese será el modo probable que replique el niño al darle inicio a la sociabilización secundaria, gestionando un conflicto o sus emociones como lo aprendió de aquellos modelos y referentes, haciendo sus primeras repeticiones en el compartir con sus pares.
En ocasiones, estas conductas de los hijos pueden generar en los padres un posible replanteamiento de su propia manera de comportarse, y desde esa observación en el niño, su hijo comienza a plantearse cómo cambiar la dinámica de las reacciones en la familia.
De no hacerse los padres una pregunta clave acerca de su manera de relacionarse para generar un cambio, aquel niño continuará repitiendo a lo largo de su vida vincular tales patrones repetitivos.
VEAMOS ALGÚN EJEMPLO
Si la relación que estableciera con su madre es la de protegerla cuando la observe angustiada, probablemente ello sea beneficioso en la vida vincular adulta. Si el niño interpretó miedos o sensaciones de abandono en relación a sus padres, esto también se repetirá en las relaciones vinculares con determinadas conductas hacia el integrante del vínculo.
De este modo, será importante revisar la historia de vida para poder decidir qué tomar de tal historia para continuar y de qué cosas desprenderse en la adultez.
Hay capítulos dentro de la historia de cada uno que pueden no ser de agrado o pudieron generar traumas psíquicos, desde aquí el trabajo de elaborar tales daños, aceptar esa historia para no batallar con lo ocurrido y poder así preguntarnos como deseamos posicionarnos.
Saber que tales patrones de conducta pueden tener un final es una información que alivia. Tales finales deben ser trabajados y procesados. El punto de inicio es reconocer tales patrones de conducta en las relaciones vinculares de pareja. El registrar cuando se está haciendo presente la reacción es de gran importancia de modo que lo traemos a la consciencia, pudiendo acto seguido generar una pregunta como podría ser:
- ¿Qué dolor está generando en mí tal enojo o tal conducta manifiesta?
- ¿Esa conducta presente en mí, la he observado antes en mi vida?
- ¿Tiene alguna relación con la relación de mis padres?
La búsqueda de algunas respuestas trae a la consciencia un contenido que se guarda reprimido de modo inconsciente y la posibilidad de conocerlo es el primer paso para sanar.
Las relaciones de pareja, vínculo donde con más frecuencia esto se manifiesta, no siendo el exclusivo, son un espejo/reflejo de cuestiones infantiles propias sin sanar.
¿QUÉ HACER?
Para que dichas relaciones puedan ser sanas y de crecimiento se deberá trabajar allí, estableciendo límites con el integrante de la pareja y con uno mismo, aplicando ciertas herramientas e incorporándolas al día a día como un hábito:
El dialogar con comunicación asertiva en lugar de realizar un reclamo.
No amenazar con abandonar la relación repentinamente ante alguna dificultad o crisis en la misma, pudiendo tomar un tiempo para pensar en la emoción que se presentó ante tal situación.
Intentar evitar reacciones impulsivas y violentas; estas solo lastiman a quien las reciben y al vínculo en sí mismo. Seleccionar los pensamientos y las palabras antes de ser manifestadas es otro punto a tener en cuenta.
Dedicar un tiempo de calidad y conexión dentro del vínculo, con el solo objetivo de conectar emocionalmente con quien está a tu lado y sin ceder a las distracciones externas a la relación.
Antes de realizar una queja, tomarnos el tiempo para pensar qué emociones se presentaron en nosotros ante la acción del "otro" y así poder ponerlo en palabras sin que se encuentre tan presente el enojo.