Hasta ayer las autoridades investigadoras no habían concretado ninguna línea en el trabajo que realizan en torno al crimen de la empleada de Comapa.
Lo único que tenían establecido era que fue un solo sujeto el que intervino en el hecho que conmovió a empleados de la empresa operadora del agua potable y a un amplio sector de las colonias ubicadas al poniente de la ciudad.
Era evidente que los investigadores estaban concentrados en conocer detalles del entorno, tanto personal, como laboral y social de la víctima para ir descartando posibilidades.
A casi 48 horas de haber quedado al descubierto el crimen de la mujer, la tercera que muere en condiciones trágicas, los encargados de la investigación no cesaban en su afán por encontrar una pista concreta.
No dudaban que alguien hubiera de haber visto al sospechoso y es precisamente lo que intentan precisar para avanzar en las investigaciones.
El crimen se cometió minutos después de que Erika saliera de su domicilio para abordar el transporte que la llevaría hasta la Comapa.
Indudablemente que el asesino aprovechó que el lugar estuviera solitario para actuar precisamente a un lado de la vivienda que ostenta el número 108 de la privada San Lucas que desde hace algunos meses está deshabitada, obvio que conocía el terreno.