Ciudad de México
Con una vasta experiencia en el teatro musical, a la cantante y actriz le costó mucho asumir ser la figura estelar del espectáculo basado en los éxitos del icónico grupo ABBA, porque su alma y espíritu sufrían.
"Estoy muy agradecida de haber podido agarrar este proyecto de un lugar de donde me quité al principio. Yo no me sentía con el ánimo, el humor ni preparada emocionalmente ni psicológicamente", confesó Lisset.
"Venía de varias pérdidas. Casi se me iba mi mamá. Tuve que dormir a mi perro, mi compañero de 13 años que dormía conmigo, el señor don Roy, que en paz descanse".
Aunque muchas veces el teatro la ha salvado, esta vez no tenía ganas de pisar un escenario. Estaba abrazada al dolor y la tristeza.
Lisset contó que tenía todos los pretextos para quedarse encerrada en casa y llorar su dolor, pero la insistencia del productor Claudio Carrera la llevó a audicionar.
Aunque es una mujer que enfrenta sus batallas con fortaleza, la muerte de su padre, el productor musical Willy Gutiérrez, la había desarmado; además, su hija María había dejado "el nido" para irse a vivir con su padre, el actor Lisardo.
"Estaba desajustada, no tenía ganas, quería cerrar la puerta de mi casa e irme, lo que nunca he hecho en mi vida. En mis 50 años no conozco Europa. No estaba lista, me sentía vulnerable, insegura, muy mal anímica y personalmente", agregó.
Estelarizar Mamma Mía! junto a Alejandro de la Madrid, quien alterna el papel de Sam con el regiomontano Mauricio Salas, fue para Lisset vivir entre la luz y sombras.
"Pude hacer catarsis con lo que me estaba pasando y así lo agarre. Ha sido interesante todo el duelo que he pasado en Mamma Mía!. Fue muy interesante cruzar una etapa como mujer. Estaba yo además en un tratamiento hormonal para dejar de reglar, estaba yo como adolescente, me agarró la depresión. Tuve que irme con un neurólogo que hizo de mi psiquiatra y terapeuta para poder medicar lo que había que medicar", reveló.