Siempre que tenemos la posibilidad de conocer un hito cultural y arquitectónico, aprovechamos de observar las paredes, los murales, las columnas que sostienen dicha iglesia, catedral o museo. Mediante ese ejercicio, podemos ponernos en contexto y ver cómo se vivía en años anteriores, las cosas que eran relevantes y cómo se fue forjando el conocimiento y el arte desde entonces hasta ahora.
Pero en ese ejercicio de observación, pocos se acuerdan de mirar hacia arriba. Y es que el cielo y los techos también esconden detalles, muchas veces imperceptibles pero no por eso menos bellos.