Venganza y muerte (Cap. Final)

Así que Luz se quedó sin negocio, pero se sentía tranquila porque pensó que era mejor volver a su vida como estudiante, pero Karina seguía en su plan de venganza y engañó a Benito para que la ayudara

Benito era un pandillero por la necesidad de tener amigos. 

Nunca tuvo apoyos de sus padres, quienes estaban divorciados. 

Así que creció con una madre despreocupada por sus hijos y un padre alejado de ellos. No le interesaba el tráfico de armas, solo era un vigilante, se memorizó las placas de las patrullas de la Policía Ministerial. Cuando veía problemas alertaba a los jefes para que huyeran del lugar. 

En ocasiones servía de enviado a recibir dinero o recoger armas.

Un día pasó frente a la casa de Karina, a quién conoció en la secundaria 44. Fue fácil para ella sacarle plática, gracias a su coquetería. En dos días comenzaron un noviazgo por iniciativa de la joven, porque Benito nunca se hubiera atrevido, primero por su timidez, y segundo, no creía que una mujer se fijara en él.

Las conversaciones entre los nuevos novios fueron cambiando. Al principio eran temas de jóvenes: moda, cantantes, restaurantes, películas, revistas de espectáculos, su vida en la escuela. Luego, Karina, inició el interrogatorio sobre el tráfico de armas.

-Me han dicho que vendes pistolas.

-Sí, en ocasiones.

-Y sabes usarlas

-Una vez disparé una 9 milímetros.

-Me regalarías una.

-No.

Insistió mucho hasta que Benito le consiguió una escuadra Ceska 9 milímetros automática. Él le pidió que la guardara muy bien y que nunca le dijera quién se la dio, porque era robada.

Un sábado por la mañana acudieron a practicar en un terreno ubicado en la carretera a Río Bravo.

Karina hizo sentir a Benito que estaba impresionada porque su novio sabía usar armas. Benito, halagado, le enseñó a usarla. Luego de dos horas, regresaron a la colonia. Ella a su casa y él a perder el tiempo.

-Nadie va saber que la tengo.

-Por favor, escóndela muy bien.

-Claro, sólo quiero usarla una vez y nadamás.

Laura regresaba a su casa y encontró a su amiga Karina, que la esperaba. Platicaron mucho, ya que desde la pelea con Luz no habían vuelto a platicar. Cuando terminaron de reír, Karina le confió su plan a Laura. Ese mismo sábado, por la noche, iban a ir a la casa de Luz para darle el gran susto de su vida.

Luz abrió la puerta de su casa después de unos minutos que escuchó el timbre. Confiada no preguntó quién era la persona que tocaba. Al abrir, una ráfaga de balas sacudió su cuerpo y cayó en medio de un charco de su propia sangre.

-Eso te pasa por quitarme el novio.

-Oye, se nos pasó la mano; tengo miedo, ¡si nos meten a la cárcel!

-Ni modo, ella se lo buscó y nosotras no decimos nada.

Salieron corriendo hasta llegar a la casa de Laura. Ahí Karina tiró el arma en el desagüe; ambas se bañaron y se cambiaron de ropa.

Varias patrullas de la Policía Ministerial rodearon la casa de Luz, tres socorristas de la Cruz Roja lucharon por salvarle la vida, pero antes de subirla en camilla a la ambulancia, la joven de las empanadas murió.

Karina y Laura acudieron a la casa, vieron como los padres de Luz gritaban de dolor mientras eran fotografiados por reporteros. Un agente habló con varios vecinos, pero nadie vio nada.

El asesino huyó sin dejar rastro. Ellas se miraban pero no se dirigieron la palabra, parecían unas curiosas, al igual que varios jóvenes que se acercaron para ver lo que sucedió. Pero de pronto...

-Fueron ellas. ¡Karina la mató!

-¿Mero? ¿Cuándo llegaste?

Entre los curiosos se encontraba El Mero, quien ese sábado regresó a la colonia, después de un mes fuera, confiado de que las cosas se habían enfriado. 

Laura se echó a llorar al ser acusada por El Mero y delató a Karina como la culpable.

-No, ella fue.

-¡Cállate!

-Ustedes la mataron.

-Tú también tienes la culpa.

-Yo por qué.

Los padres de Luz dejaron de llorar. 

En medio de los gritos de las acusaciones de Laura, Karina y El Mero y bajo los flash de las cámaras de los reporteros, los policías detuvieron a los tres jóvenes.

Sentados en una banca en las oficinas de la Policía Ministerial, los jóvenes se acusaban mutuamente.

El Mero fue encontrado culpable de tráfico de drogas y Karina de asesinato, ambos fueron enviados al Consejo Tutelar. Laura logró salir libre, pero su familia se cambió de colonia.

A Luz la sepultaron al siguiente día de su muerte. Benito huyó y en una ocasión visitó a Karina en la cárcel, cuando cumplió 18 años.

-Oye, gracias por no decir quien te dio el arma.

-Te dije que nadie iba a saberlo y que la iba usar sólo una vez y nadamás.

Fin.