Se trataba de José Francisco Granados de la Paz, de 20 años. La “migra” norteamericana ya lo conocía porque tenía larga lista de delitos menores.
Principalmente por cruzar ilegalmente hacia Estados Unidos.
También Francisco Granados era conocido por ser un habitual consumidor de cocaína y también había sido arrestado por posesión de sustancias ilícitas.
Pero ahora la situación fue diferente. Mientras era retenido por los policías texanos, Francisco Granados reveló un pasado criminal y haber cometido por lo menos 10 homicidios contra mujeres.
La historia cambió. La policía texana tenía que deportarlo ya que el único delito en Estados Unidos era su estancia ilegal. En México ya lo esperaban para investigarlo.
Francisco Granados narró que no estaba consciente de lo que hacía, ya que los crímenes los cometió drogado.
En una conferencia de prensa en 2008 relató que se sentía usado por su cómplice Edgar Ernesto Álvarez Cruz, presunto autor intelectual de entre 10 y 17 asesinatos.
También mencionaron a Alejandro Delgado Valles, alías “El Callas”, pero fue exonerado de los crímenes.
Francisco Granados se convirtió en un archivo de información criminal. Explicó que las mujeres eran secuestradas para asesinarlas.
Pero algunas mujeres fueron engañadas, no se usó la fuerza, para llevarlas a áreas despobladas en las orillas de Ciudad Juárez.
Las transportan en un auto modelo de los años 80s. Las mujeres eran amagadas por Francisco Granadas y Edgar Álvarez.
Luego las violaban. Solían mutilarlas y asesinarlas en medio de rito satánicos presididos por Edgar Álvarez, quien solía cortar los corazones de sus víctimas.
Los cuerpos eran sepultados o simplemente abandonados en lotes baldíos. Algunos en campos de algodón y la prensa decidió llamarlos Los Feminicidas del Campo Algodonero.
Otros cuerpos fueron sepultados en el patio de la casa de Edgar Álvarez.
Francisco Granados identificó a seis mujeres asesinadas. Sus probables nombres son: Mayra Juliana Reyes Solís, Esmeralda Herrera Monroeal, Laura Berenice Ramos Monárrez, Verónica Martínez Hernández, Guadalupe Luna de la Rosa y otras dos mujeres sólo reconocidas con los nombres de Claudia Ivette y Rosario.
Los cargos contra Francisco Granados y Edgar Álvarez fueron homicidio agravado, violación, privación ilegal de la libertad y se les condenó a 26 años de prisión sólo por un homicidio, pero son sospechosos de haber cometido 10 de asesinatos.
Actualmente están presos.