¡El hijo pródigo regresó!
Cientos de aficionados azulcremas mezclados con los barristas recibieron al hombre que después de ocho años pisó suelo mexicano, para por fin quedarse
Ciudad de México
Apenas los rizos de Guillermo Ochoa se asomaron en la puerta de llegadas internacionales del aeropuerto capitalino, más de 500 americanistas explotaron en júbilo y cánticos.
Magno recibimiento el de este martes para el guardameta que regresa al Nido tras ocho años de vivir su sueño de jugar en Europa. Antes de las 14:00 horas, centenares de fanáticos —entre pasajeros, familias, niños y grupos de animación— ya habían abarrotado la Terminal 2 del aeropuerto.
Los altercados no se hicieron esperar entre aficionados, policía y representantes de los medios de comunicación. Empujones, desorden y un arriesgado ambiente ya se percibía minutos antes de que el arquero apareciera cobijado con una sudadera de las Águilas.
El cántico “¡Memo, Memo, oeee, oeee, oeee, Memo, Memo!”, retumbó con mayor potencia en el recinto una vez que su ídolo apareció.
“El cariño de la gente es inigualable, por esto da gusto volver a casa. Estoy muy feliz, impresionado”, dijo cautivado, pero al mismo tiempo nervioso, por el intimidante recibimiento azulcrema.
Los empujones y el cerco de seguridad de los guardaespaldas lo alejaron de los micrófonos, para adentrarse a una arriesgada marejada que trataba de robarle abrazos, fotografías, autógrafos y hasta jalones de cabello, por si algún rizo de la suerte se desprendía del carismático portero, quien nunca dejó de sonreír, ni cuando tropezó junto con aficionados y un camarógrafo que lo rodeaban, dentro de la peligrosa multitud.
Por fortuna no pasó del susto de quienes se percataron de la caída. Recepción nunca antes vista, pero de alto riesgo y sin presencia de policías federales.
Después de un caótico recorrido, con líderes de las porras que se encargaron de repartir insultos y empujones sin distinción, Guillermo Ochoa logró subirse a una camioneta blanca, no sin antes alentar un par de porras más, mientras un par de seguidores celebraba a su manera, desafiantes, sobre el toldo del vehículo.
Felicidad total, ciega, sin dudas ni cuestionamientos de aquellos que dejaron la rutina de un martes por la tarde, para hacer épico el regreso de Memo y hacerlo sentir de inmediato que está en casa, que es bienvenido.
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