Director fantástico
Monstruos, criaturas y figuras fantásticas habitan su universo y ocupan gran parte de sus pensamientos.
Guillermo del Toro no va a ningún lado sin sus Monstruos, criaturas y figuras fantásticas
Son como sus guardianes y cuando es necesario impiden que esa parte de su mundo íntimo y privado salga a la luz pública, porque prefiere mantener lejos de los reflectores a su familia y y todo lo que tenga que ver con su vida personal.
Pero hoy abre una rendija para ver un poco qué hay más allá del cineasta y creador de universos fantásticos.
“Lo que quieran saber de mí o de mi carrera con gusto lo cuento”, dice el cineasta nacido el 9 de octubre de 1964 en Guadalajara. “De mi familia prefiero no hablar mucho”.
Cuando alguno de sus entrevistadores pretenden cuestionarlo de aspectos personales, sale al quite alguna de sus criaturas, para adueñarse de la conversación.
“Vivo con mi familia, que he formado y ha crecido mientras experimento mi proceso creativo, tanto a mi esposa (Lorenza Newton) como mis hijas (Mariana y Marisa) les interesa lo que hago y a estas alturas están acostumbradas a cambiar de lugar porque cuando estoy filmando vivimos un rato aquí y otro allá”.
Guillermo, quien debutó formalmente como productor en Doña Herlinda y Su Hijo en 1985, siempre respeta el tiempo que dedica a su familia, por eso cuando se compromete a salir a pasear con su esposa e hijas, les cumple.
MARCADO POR EL MIEDO
El hijo de Guadalupe y Federico del Toro, que creció bajo la estricta figura de su abuela y fue educado en una ambiente tradicional y católico, hizo una promesa a esos seres que lo aterrorizaban cuando todavía estaba en la cuna.
“Apenas cabía en la cuna, tendría tres años máximo, me levantaba porque tenía miedo”, comenta, “de chiquito no podía ir al baño, me levantaba y veía monstruos en el cuarto.
Me orinaba en la cuna y mi mamá me castigaba.
“Yo tenía una cosa que se llama sueño lúcido, es decir, estaba dormido, despertaba, pero estaba en el sueño y veía figuras en el cuarto que no existían, una noche me levanté y les dije a los monstruos: ‘si me dejan ir a orinar seré su amigo toda la vida’ y hasta ahora lo estoy cumpliendo”.
Agrega que uno de los monstruos que veía cuando tenía siete años de edad era el Fauno, que aparece en su película el laberinto del Fauno, de la que es director, guionista y productor y con la que ganó su nominación al Óscar de Mejor Guión Original.
Cuando tenía 15 años, dice, les pedía a sus amigos y familiares que actuaran en sus pequeñas películas, incluso su madre fue la protagonista de sus cortos Matilde y Geometría… y por supuesto de Doña Herlinda y su Hijo, que él produjo.
En 1992 hizo su primera película, que originalmente tituló la invención de cronos, pero que por cuestiones de mercadotecnia se estrenó solamente como cronos.
UNA CASA CON PASADIZOS
Fiel a su promesa, Guillermo no sólo dejó entrar a sus monstruos y criaturas a su vida para llevarlos al cine, también les permitió entrar a su casa, donde ocupan un espacio.
Esa fantasía y efectos especiales que salen de su mente creadora no sólo llegan a una pantalla, tampoco se quedan en las páginas de alguna de sus novelas. La aplica a su hogar, donde construyó una habitación que simula una eterna noche lluviosa.
Entre el 2006 y 2007, agrega, compró una casa separada de la que vivía con su familia, dar darle un uso muy personal.
Señala que no se trata de cualquier lugar, sino de “La Casa Triste”, como la llama, un espacio que tiene su propia personalidad porque es muy peculiar.
El inmueble, asegura, es realmente un museo del que él es curador, poseedor, fan y guía, ya que ofrece recorridos por el lugar sólo a sus amigos y familiares porque no está abierto al público.
Así, en compañía de sus monstruos, criaturas y figuras, en medio de los cuales imagina y escribe nuevas historias, Guillermo del Toro cierra la rendija de su puerta para otra ocasión, pues por ahora considera que ya ha contado suficiente. (México, D.F.)
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