Acusa ‘El Rey’ Zambada que narco sobornó con 56 MDD a García Luna
El hermano menor de “El Mayo”, terminó su testimonio en el caso contra Joaquín Guzmán Loera con una bomba
NUEVA YORK, EU
Jesús Zambada García, “El Rey”, aseguró en una corte de Estados Unidos que Genaro García Luna, quien fuera secretario de Seguridad Pública en el gobierno de Felipe Calderón, recibió al menos 56 millones de dólares en sobornos del Cártel de Sinaloa y de los hermanos Beltrán Leyva.
El hermano menor de Ismael “El Mayo” Zambada, líder del cártel en paradero desconocido, terminó su testimonio en el caso contra Joaquín Guzmán Loera con una bomba. Guiado por William Púrpura, uno de los abogados de “El Chapo”, “El Rey” Zambada relató como él, por órdenes de su hermano, organizó reuniones y pagó al funcionario.
El primer maletín llegó en 2005, cargado de 3 millones de dólares, cuando García Luna, un personaje “de especial interés” para “El Mayo”, entonces se desempeñaba como director de la Agencia Federal de Investigación. “El Rey”, acompañado de Óscar Paredes (abogado de “El Mayo”), se reunieron con él en un restaurante y le hicieron entrega del dinero. El fin: que nombrara a un policía “metido en el bolsillo” del mayor de los Zambada como jefe policial en Sinaloa.
El segundo soborno llegaría dos años más tarde, con García Luna ya como secretario de Seguridad Pública federal. Otro maletín, entregado en una ubicación desconocida, cargado con entre 3 y 5 millones de dólares para que “no interfiriera en el tráfico de drogas y ‘El Mayo’ no fuera arrestado”.
La corrupción de García Luna no se frenaba con los Zambada. Según “El Rey”, el funcionario tenía un “compromiso fuerte” con los Beltrán Leyva —que entonces todavía eran parte del Cártel de Sinaloa—, y de ahí que entre 2006 y 2007 recibiera 50 millones de dólares de los hermanos narcotraficantes y varios de sus secuaces (Édgar Valdez, “La Barbie”; Geraldo Álvarez, “El Indio”) para “protección”. O al menos “eso se decía”, apuntó el ex miembro del Cártel de Sinaloa.
Las declaraciones de “El Rey” también alcanzaron a otras personas. Según su relato, “El Mayo” dio en 2005 “algunos millones de dólares” a un tal “Regino”, identificado como “secretario” del gobierno de Andrés Manuel López Obrador cuando éste era jefe del entonces Gobierno del Distrito Federal.
Las pistas apuntan a que se trata de Gabriel Regino, quien en 2004 era subsecretario de Seguridad del Distrito Federal, bajo las órdenes de AMLO y Marcelo Ebrard, futuro canciller mexicano y por entonces secretario de seguridad del gobierno capitalino.
“El Mayo” dijo que pagó una cantidad de dinero indeterminada a Regino porque les aseguró que sería el futuro secretario de Seguridad Pública. En ningún momento, en los casos citados, se nombró el nombre de Joaquín “El Chapo” Guzmán, figura contra la que es el caso.
El colofón del testimonio de Zambada, que terminó este martes tras tres días en el estrado, dejó entrever una parte de los entresijos de la corrupción generada por el Cártel de Sinaloa, capaz de comprar a cualquier funcionario que se dejara y los que no eran susceptibles de ser asesinados, como el caso del zar antidrogas Santiago Vasconcelos.
“Si El Mayo pudiera corromper al presidente de México, ¿lo haría?”, preguntó el abogado Púrpura a El Rey. “Quizás”, respondió Zambada.
El juicio será retomado el próximo lunes 26 de noviembre, ante las festividades del Día de Acción de Gracias en Estados Unidos, que se celebra este jueves.
La presencia de Malverde. En la antesala del juez Brian Cogan, a la derecha de las primeras puertas, hay una habitación pequeña que la defensa de Joaquín “El Chapo” Guzmán utiliza como sala de reunión para preparar sus estrategias. El espacio es mínimo, lo justo para que quepa una mesa y unas pocas sillas. En una esquina, junto a la puerta, hay un estante raquítico, en el que en su peldaño más alto apareció, así como de la nada, una figura del santo Malverde.
Nadie sabe cómo apareció ahí el “narcosanto”, con su bigote característico, terno blanquísimo y pañuelo rojo, con un saco dorado en una mano y un fajo de dinero en la otra, pero tampoco nadie se atreve a quitarlo de ahí.
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