Añora el regreso de la policía preventivo para aportar sabiduría
Ex oficial por 10 años, no quiere permanecer en estado contemplativo ante Inseguridad que priva en las calles de Reynosa al ser desplazados
Juan Lorenzo Muñiz Treviño, de 55 años, quien fuera policía activo durante una década, considera que aún tiene mucho que aportar a la comunidad, por eso se resiste a quedar en estado contemplativo.
Con más de medio siglo a cuestas, es difícil que sea contratado en empresas formales que prefieren mano de obra joven y calificada.
Desempleado desde hace mas de dos años como oficial de Policía, no se resignaba a encontrar otra ocupación que no fuera el servicio comunitario en la modalidad de la vigilancia voluntaria.
Desde pequeño le gustaba asumir el papel de agente de la ley en los juegos de policías y ladrones que realizaba con sus amigos del barrio.
La fijación por el uniforme se incrementó en su adolescencia al tener contacto laboral, como ayudante, de un oficial de aduanas.
Ver el respeto de la gente por el uniformado y el trato de este hacia la ciudadanía, amable pero firme y enérgico cuando era necesario, lo dejó marcado.
Continuó laborando en oficios que tenían mucho contacto con corporaciones, que le permitían estrechar relaciones con sus elementos. Así fue creciendo Juan Lorenzo.
En uno de esos oficios se enteró de la oportunidad de ingresar a la Policía Municipal y no la desaprovechó.
Durante tres meses llevó el curso básico de formación policial en la Academia de Policía y lo aprobó.
Fue dado de alta en la corporación en 2005, iniciando una carrera de 10 años ininterrumpidos, luciendo orgulloso el uniforme en los patrullajes por la ciudad. De esa época guarda muchas vivencias, algunas buenas, otras malas, como todo policía.
Sobre los riesgos, Juan Lorenzo recuerda que además de las detenciones de maleantes violentos que portaban arma blanca o de fuego, las de mayor peligro eran las persecuciones tanto para los agentes como para los conductores particulares distraídos que se atravesaban al paso de las patrullas.
No escuchaban las sirenas al ir escuchando música a todo volúmen, con las ventanillas cerradas por el aire acondicionado; el choque era inevitable.
En un accidente de tráfico Juan Lorenzo conducía la patrulla y resultó con lesiones en la cervical y rostro, debiendo guardar un mes de reposo bajo terapia.
Su compañero copiloto, en un acto instintivo quiso poner ambas manos sobre el tablero para evitar proyectarse contra el parabrisas.
Pero al accionarse la bosa de aire contra choques, le arrancó las uñas con la fricción, le causó escoriaciones en el rostro y una lesión sangrante en la nariz.
Nada grave, nada de otro mundo, pero es una muestra de los gajes del oficio, matiza Juan Lorenzo.
Su ejercicio como oficial transcurrió con normalidad, sin eventos de heroísmo, aunque el simple hecho de ser policía implica tener mucho valor por el riesgo latente de ser herido o muerto en cumplimiento del deber.
“Sales de casa para el trabajo pero no sabes si vas a regresar”, subraya Juan Lorenzo.
Ese pensamiento rige el accionar cotidiano de los agentes y no lo pueden cambiar por uno más confortable, porque se hace realidad cuando menos se lo esperan.
El dilema de ser policía es que la gente no reconoce las buenas acciones de los oficiales con la misma intensidad con que magnifica los hechos negativos de malos policías.
Pero nada de eso importa cuando la vocación está de por medio, cuando la mística de servicio impone pertenecer al bando de los “buenos” en el juego de “buenos y malos” que se juega todos los días en la realidad virtual ampliada.
No se puede adjudicar calificativos a los policías ni generalizar, “porque hay de todo en la viña del señor”, replica Juan Lorenzo.
A su manera y de tiempo completo ejerció 10 años ininterrumpidos en la corporación, que le dejaron vivencias gratificantes y amargas al coexistir con la grandeza y miseria humana al mismo tiempo, como cualquier guardián del orden.
Durante esa década todo transcurrió con altibajos en su vida como oficial de Policía, hasta que aterrizó en Reynosa el proyecto policial de mando único y se desintegró la Policía Municipal.
Como Juan Lorenzo los más de 600 elementos de la corporación quedaron volando, literalmente, pues solamente un reducido porcentaje fue recontratado en la entonces naciente Policía Estatal Acreditada, luego de sortear exámenes, requisitos y otros trámites.
Algunos, como Juan Lorenzo, optaron por declinar la invitación a engrosar las filas estatales, porque según él, incluía movilidades de adscripción y no deseaba dejar sola a su familia. Luego de un tiempo de inercia y acoplamiento a su nueva vida, resurgió el espíritu de servicio comunitario en varios ex oficiales, quienes constituyeron la Asociación de Ex policías Municipales Jubilados y Pensionados de Reynosa para fungir como vigilantes voluntarios en el primer cuadro de la ciudad.
Son alrededor de 10 elementos, vigilan únicamente delincuentes comunes, no reciben salario, solo apoyos económicos eventuales de comerciantes que aprecian su labor.
Como ya conocen a la fauna delictiva de poca monta, de esos que se dedican ha arrebatar bolsos a mujeres indefensas, atracar peatones y cometer todo tipo trapacerías, coadyuvan con las autoridades para ponerlos a buen recaudo
Juan Lorenzo se incorporó con ellos y ahora se le ve recorriendo calles en el primer cuadro de la ciudad.
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