Es ‘valiente’ y le entra a la sastrería
No hay registros de este oficio en la Dirección de Empleo y Productividad municipal
En la Ciudad existen oficios en peligro de extinción, ser sastre es uno de ellos, quienes lo practican no aparecen en los registros de Empleo y Productividad municipal, son valientes que viven de las ganancias diarias, sin lujos y en la resignación de crear trajes elegantes a reparar bastillas de pantalones.
José Luis Cruz Mendoza, sastre y cortador, inició en su oficio desde los 18 años cuando de solo ver se enamoró de la magia que produce una aguja e hilo, “es el amor de mi vida, tengo más de 50 años haciendo esto, que es lo único que sé hacer, aprendí de ver, después fui perfeccionando mi técnica y no me he rendido, han sido tiempos buenos, malos y peores pero no lo dejo por nada”.
Sus manos envejecieron en una máquina de coser que colocó en su negocio sobre la calle Juárez, a una cuadra de la Plaza Principal. Por afuera la fachada pintada de color blanco queda corta para la creatividad con la que él trabaja: “hago desde una bastilla hasta un traje, sé hacer todo lo que me pidan, ahorita lo común es que lleguen para pedirnos arreglos en pantalones, en sacos o en ropa de mujer”.
El tener poco trabajo o nada le parece común desde el año 2000 cuando los costos de la ropa se hicieron más accesibles, generando prendas desechables, “ahorita las compañías grandes nos están ganando terreno, sale más caro hacerlo pero la calidad no se compara, hay clientes que nos piden al gusto y nosotros tenemos esa capacidad, se hace a la medida y con garantía”.
Recuerda su oficio entre 1970 y 1980 cuando hacía hasta cinco trajes por semana, ahora Cruz Mendoza asegura que si le va bien recibe una solicitud por mes. Los buenos tiempos le permitieron educar a sus tres hijos.
“Soy un padre orgulloso uno de mis hijos es licenciado, otro estudió ingeniería en sistemas y el tercero es capturista de datos, es una gran satisfacción en la que apoyó mi esposa, aunque ya falleció, nuestros hijos salieron adelante, son el reflejo del amor de este oficio”.
Explicó que el compañero sastre más joven que conoce en la ciudad tiene 40 años, lamenta que la generación actual no se interese por esta profesión.
“Es triste porque los jóvenes quieren dinero inmediato, no saben trabajar, hay muchos limpiando vidrios, desperdiciando su tiempo ahí cuando pueden aprender un oficio de provecho”.
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