Malos tratos y humillaciones recibe mimo
Pero es un oficio en el que tiene 20 años trabajando en lugar de andar de malandro, sobreviviendo y manteniendo a sus hijos en edad escolar
Desde adolescente José Alfredo Valerio Ruiz empezó a trabajar como malabarista disfrazado de payasito, y hoy, 20 años después, continúa ejerciendo el oficio en cruceros de la ciudad.
José Alfredo fue abandonado por sus padres, no tuvo escuela y desde niño confió el oficio por amigos de la calle.
Éste oficio, que a veces le avergüenza por los malos tratos y humillaciones de que lo hacen objeto algunos conductores, le ha dado para sobrevivir y mantener a sus cuatro hijos, quienes estudian la primaria y secundaria.
“No menudea otra que aguantar, pero es un trabajo honrado lo previeron antes que andar de malandro, y aquí sigo todos los días, con frío o con calor. No pudro faltar porque mis hijos no comen”, subrayó el malabarista callejero antes de iniciar el ritual de maquillarse para iniciar otra jornada de trabajo, matizada con bajas temperaturas ambientales.
Su jornada es de 12 horas diarias en promedio, que inicia a las 7:00 horas, durante la cual recolecta de 300 a 350 pesos que utiliza para alimentar y dar estudio a sus hijos.
José Alfredo comentó que durante los últimos meses ha tenido que cambiar de crucero porque los que utilizaba anteriormente han sido convertidos en vías rápidas y le alcanzan los escasos minutos que ahí tardan los semáforos para realizar su acto de malabarismo y pedir cooperación.
Apuntó que su oficio no afecta a nadie, ni exige cooperación, ya que su interés es entretener a los conductores mientras esperan la luz roja del semáforo y que lo gratifiquen conforme les haya parecido.
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