Diciembre: la puerta hacia adentro
Un mes con una energía especial que nos hace reflexionar. Conectar con lo que realmente somos, con lo que hemos vivido, y con lo que necesitamos dejar ir para seguir adelante
Diciembre tiene una energía particular. Es un mes que parece correr más rápido que los demás, donde todo se intensifica: las luces, las reuniones, las compras, las despedidas. Hay una especie de fiebre colectiva que nos empuja a hacer, cumplir, cerrar. Y es curioso, porque mientras el mundo allá afuera nos incita a llenar cada minuto con algo, este mes también tiene una invitación más sutil, más callada: mirar hacia adentro. Conectar con lo que realmente somos, con lo que hemos vivido, y con lo que necesitamos dejar ir para seguir adelante.
Lo que sucede en diciembre es paradójico. Por un lado, está el entusiasmo de las festividades, las listas interminables, los regalos, las cenas. Por otro, está esa sensación más íntima, esa voz que susurra en las pausas, cuando el día termina o cuando nos quedamos solos por un momento. Es la voz de nuestra propia verdad, que no siempre encuentra espacio en medio del ruido.
EL FRENESÍ DEL AFUERA
Hay algo fascinante en cómo la cultura nos ha enseñado a llenar este mes de expectativas externas. Nos dicen que debemos comprar, reunirnos, celebrar, hacer planes para el próximo año. Nos bombardean con mensajes de perfección: la cena perfecta, el regalo perfecto, la familia perfecta. Y en esa búsqueda, muchas veces terminamos exhaustos, desconectados de nosotros mismos.
Es como si el mundo nos invitara a evitar el vacío a toda costa. Ese vacío que se siente cuando paramos, cuando nos detenemos y simplemente estamos. Porque en ese vacío pueden aparecer las preguntas desafiantes: ¿Cómo ha sido realmente este año para mí? ¿Qué he hecho con mi tiempo? ¿Qué partes de mí estoy dejando olvidadas? No son preguntas cómodas, lo sé. Pero tampoco son preguntas que podamos evitar para siempre.
EL MIEDO A PARAR
Hay una razón por la que preferimos mantenernos ocupados, corriendo de un lado a otro. Parar significa enfrentarnos con lo que está. Y a veces, lo que está no nos gusta tanto. Es más fácil seguir moviéndonos que aceptar que no cumplimos ese propósito, que esa relación no está bien, o que simplemente nos sentimos cansados y sin rumbo. Pero si no nos damos el tiempo para mirar esas cosas, ¿cómo podemos cambiarlas? ¿cómo podemos sanar? ¿cómo podemos escoger un camino de mayor plenitud? ¿cómo podemos cerrar el año, no solo tachando días del calendario, sino integrando lo que vivimos y soltando lo que ya no nos sirve?
LA INVITACIÓN DEL ADENTRO
Diciembre, en su esencia, tiene algo hermoso. Más allá del ruido, más allá de las obligaciones culturales, este mes nos ofrece la oportunidad de hacer un alto y mirar hacia atrás con honestidad. No para juzgarnos, sino para comprendernos y amarnos radicalmente con todo lo que hemos pasado. Para darnos cuenta de lo que hemos aprendido, de lo que hemos ganado y también de lo que hemos perdido. Es un momento para reconciliarnos con nosotros mismos.
Quizás esta es la verdadera esencia de diciembre: cerrar ciclos. No desde la prisa ni desde la exigencia, sino desde la conexión con lo que somos. Desde el respeto por lo que hemos vivido. Y sí, también desde la aceptación de que no todo fue ideal, y que no pasa nada. No se trata de hacer grandes ceremonias o propósitos rimbombantes, sino de encontrar pequeños momentos de verdad.
CÓMO RECONECTAR EN MEDIO DEL CAOS
Sé que no es fácil escapar del ritmo de este mes. El mundo sigue girando rápido, y las demandas externas no desaparecen porque decidamos mirar hacia adentro. Pero hay pequeñas cosas que podemos hacer para encontrar ese equilibrio, para no perdernos en el frenesí.
Busca el silencio: No necesitas horas de meditación, basta con unos minutos de respiración consciente al día. Apaga el ruido externo y permite que aparezca lo que sea que está dentro de ti. Inhala por la nariz llenando el abdomen de aire, exhala por la boca vaciando los pulmones. Puede ser incómodo al principio, pero es ahí donde empieza la conexión.
Cierra con intención: Dedica un rato a escribir, pensar o simplemente recordar cómo fue tu año. ¿Qué momentos te han marcado? ¿Qué has aprendido? ¿Qué necesitas soltar? Darle un cierre consciente a este ciclo te ayudará a empezar el próximo con mayor claridad.
Simplifica: No necesitas cumplir con todas las expectativas de este mes. Pregúntate qué es lo que realmente te importa. Tal vez no necesitas una fiesta enorme, tal vez lo que necesitas es una tarde tranquila con quienes amas, o a solas contigo mismo/a.
Abraza tus emociones: Diciembre puede traer nostalgia, tristeza, o incluso una sensación de vacío. En lugar de evitarlas, permite que estén. Son parte de la experiencia humana, y suelen tener mucho que enseñarnos.
EL REGALO DE PARAR
A veces olvidamos que no necesitamos más cosas, más eventos, más compromisos para sentirnos completos. Lo que realmente anhelamos no se encuentra afuera; está en esos momentos en los que podemos ser honestos con nosotros/as mismo/as, en los que podemos mirar atrás y decir: "Esto soy yo, con mis luces y mis sombras, y está bien".
Diciembre puede ser el mes más frenético del año, pero también puede ser el más profundo. Todo depende de dónde pongamos nuestra atención. Si elegimos correr con el mundo o caminar hacia nosotros mismos. Si aceptamos el ruido o buscamos el silencio. Si seguimos acumulando o decidimos soltar.
Al final, este mes nos recuerda algo esencial: no importa cuántos regalos compremos, cuántas metas cumplamos o cuántas veces brindemos. Lo que realmente importa es que podamos cerrar el año en paz con nosotros/as mismo/as, con la certeza de que, más allá de todo lo externo, estamos presentes en nuestra propia vida. ¿No es ese el mejor regalo que podemos darnos?
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